sábado, 26 de enero de 2013

Las tendencias y los extremos

"Los que hacen de la objetividad una religión, mienten. Ellos no quieren ser objetivos, mentira: quieren ser objetos, para salvarse del dolor humano"; compartía Galeano una sabiduría que le fuera revelada.

Sucede que como dijo alguno que sabía de lo que hablaba: Las personas inteligentes debaten ideas, las promedio hablan acerca de los hechos, las mediocres hablan de los demás. Quizá, porque como dijo Mark Twain: “El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir”...

He escrito varias veces sobre la necesidad de certezas y de un dogma totalizador que nos provea esas certidumbres, que son el sustento de la religión, pero también de la identidad política cuando ésta juega (que es lo más habitual, francamente) como una identidad mística, cuando adquiere la certeza de un destino predefinido, un camino trazado que aunque no se vea se cree que ahí está.
No menosprecio la necesidad de pertenencia, ese espíritu tribal, que ciertamente juega un papel, pero estoy convencido de que nos llevamos peor con la incertidumbre que con la soledad.

Cuando la identidad política funciona como la religiosa, es necesario tener certezas absolutas. Entonces no importa lo inverosímil que una información pueda ser, debe ser cierta porque convalida lo que yo pretendo como verdad previamente.

Francamente yo no veo esa tan mentada división en la sociedad argentina. Lo que sí veo es que hay un grupo de fanáticos a los extremos (ultra anti K y ultra K), que no aceptan medias tintas, para los que el otro es el enemigo irrecuperable. Sin embargo la mayoría de la gente con la que hablo sobre política, aunque no pensemos igual, estamos en medio.
Como es evidente para cualquiera yo hago balances positivos del actual gobierno, pero hacer balances positivos implica que debo saber qué hay, para incluirlo en el debe o en el haber. Entonces lo malo, lo que dificulta el debate, incluso con estos amigos a los que me refiero quienes sé que nos son fanáticos, es que no eligen bien sus fuentes de información. En estadística hay algo que se llama media truncada, un concepto que nos dice que es conveniente eliminar de la muestra los extremos que nos la pueden ensuciar, y hacer que nos entregue una tendencia errónea.
De modo que mi conclusión es que para no parecer más divididos de lo que realmente estamos, debemos decidir cuáles son los extremos, qué está en ellos, y no utilizarlo como fuente de información válida. Me pongo como ejemplo: no veo PPT, pero tampoco 678; no veo TN, pero tampoco CN23; No leo ni Clarín ni Tiempo, sólo leo La Nación, Página y Ámbito, porque creo que son menos tendenciosos y porqué sé claramente la identidad ideológica de cada uno.

Debemos elegir qué medios no están en el extremo, y basarnos en ellos. Luego, con esa data amplia pero limpia, decidir desde nuestra mirada qué va en el debe, qué en el haber, y hacer el balance.
Porque si no podemos hacer balances, si todo está muy bien, o por el contrario, todo, absolutamente todo está mal, si nuestra mirada es tan maniquea, entonces empecemos a preocuparnos por nuestra salud mental.

Repite conmigo: "Se debe aplicar el concepto de media truncada a las fuentes de información que uno elige para decidir qué pasa y cómo pararse frente a ello".
¿Yo aplico el concepto de media truncada (no es tan difícil), y vos?




Suavísimamente, primero, la lenta y pulida rama espadeante busca su casa, la caliente casa donde construirá su guerra compartida, su agitada batalla florecida entre ayes de infinita transparencia.
(Efraín Huerta)

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